La senda discurre por un cordel que parte de la Cañada Real que recorría la ladera de esta sierra: La Cañada de las Merinas.
La ruta que parte de Prádena del Rincón rodea la dehesa boyal de este pueblo. La cañada pasa por prados y dehesas, atraviesa arroyos y nos deja bonitas perspectivas de la Sierra de la Puebla, de la Sierra del Rincón, del Valle del Lozoya y de las cumbres y cordeles de la Sierra de Guadarrama.
Prados repletos de cantuesos, botoneras, rosales silvestres, rebollos… pueblan los alrededores del camino que es un bonito ejemplo de los diferentes tipos de vías pecuarias por las que vamos pasando (cañadas, cordeles, veredas y coladas), además de poder observar infraestructuras ganaderas como el establo junto al mirador “Cuadra” o los abrevaderos. El ganado más frecuente en la zona eran las ovejas merinas, sin embargo, el ganado que más abunda hoy día es el vacuno.
Hay una alternativa si queremos reducir la distancia de la ruta. A la altura del mirador temático “La Cuadra” donde se halla una antigua construcción, en vez de desviarnos del camino y girar hacia el Sur (izquierda según el sentido de nuestra marcha) seguiríamos por el camino de zahorra blanca de frente.
YA SE VAN LOS PASTORES…
A mediados de septiembre el mayoral partía a buscar tierras. Las fincas se alquilaban por 4 o 5 años. A menudo si los hatajos (pequeño grupo de ganado) del pueblo no eran suficientes se tenían que asociar con los de otros pueblos para formar un rebaño.
El día de Todos los Santos, se reunían los distintos atajos en los prados cercanos al pueblo para la partida. Seis o siete pastores acompañaban al rebaño. Se llevaban perros y una yegua o un burro por persona. En un hato de lino metían una manta, dos o tres camisas y mudas, cazos para cocinar, leznas y remedios para las ovejas. La marcha se hacía por las cañadas, veredas y cordeles de la ruta segoviana y cada día se recorrían unos 22 km. Para pasar la noche se buscaban paraderos y a los 20 o 30 días, según los retrasos causados por los partos se llegaba a Extremadura.
Las ovejas de Prádena regresaban en mayo o antes si el año había sido lluvioso. Al pasar por Buitrago se esquilaba a los rebaños en la casa de esquileo y se lavaba la lana en el lavadero que había cerca. El esquileo era una práctica importante en la explotación de la raza merina, ya que en ella se recogían los vellones de la lana. Luego se procedía a hacer la empega o pega, marcando las ovejas con pez.
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